En la Huerta de los Frailes hay varios ejemplares de robles. El más grande procede de unas semillas recogidas del Real Jardín Botánico de Madrid en 2002, y los otros ejemplares, de plantones silvestres nacidos en el pueblo de Sorihuela de Salamanca, y regalados a la huerta por Hilario Garay. Han agarrado bien. El primero ya ha alcanzado los diez metros de altura.
La riqueza del ecosistema de la
comarca es evidente
todavía en la Baja Edad Media y hasta finales del siglo XV. Hay descripciones
de la época que hablan de abundancia de jabalíes, lobos, osos, ciervos, etc.,
lo que refleja un medio físico poco alterado donde todavía existen grandes
extensiones de tierras vírgenes. Es una zona de muchos manantiales
superficiales, abundancia de encinares, algún que otro robledal y alcornocal y
el matorral de espino, lentisco, acebuches, fresnedas y zarzales.
La desaparición de
la frontera a partir de 1485 con la conquista de Cambil y Alhabar y la
consiguiente caída del castillo de Arenas, va a ser el punto de partida de una
auténtica fiebre repobladora. La ciudad de Jaén se ha procurado la
incorporación de varios cortijos y términos, entre los que estaban los de
Cárchel, Carchelejo y Cazalla, y a
comienzos del siglo XVI obtiene permiso de la Corona para repoblar los lugares
de Mancha Real, Valdepeñas, Los Villares y Campillo de Arenas, cuyos nuevos
pobladores dedicarían todas sus fuerzas a cultivar buena parte de las tierras
necesarias para nutrir a una población en incesante aumento. No es hasta 1558
que esta zona no pasa a pertenecer a Cambil e independizarse de ésta en 1696.
Las roturaciones van
en aumento y el medio físico comienza a transformarse con el carboneo. Hace
falta energía para calentar a más gente, los colonos de Castilla llegan en
masa, y los pueblos crecen en población. Tienen que llegar a imponer mediante
ordenanzas la prohibición de hacer carbón con los robles y fresnos, permitiendo
sólo la encina. Lo cierto es que los robles han desaparecido totalmente de
estas sierras, hasta creerse que era un problema de tipo de ecosistema, cuando
no era cierto, eran montañas también de robles. Y los fresnos son muy escasos.
Lo mismo que con los pinares que se usan, junto al chopo, para la construcción
de viviendas.
Hay que intentar volver a reintroducir los robles en el valle del Monasterio, seguramente en las zonas de umbrías y más húmedas. Pero es posible que el roble vuelva a teñir de amarillo nuestro paisaje de otoño.