lunes, 31 de mayo de 2010

Llegó el verano


Aunque sea final de mayo, el cielo se despejó, luciendo un azul suave, el vestido que usa cuando nos manda temperaturas que rondan los treinta. Son esos días que al mediodía invitan a ponerse a la sombra. La luz es tan intensa que el reflejo en el blanco calcáreo del suelo nos hace daño en los ojos. La tierra de golpe se seca, las hierbas se ponen amarillas, y pareciera sonar un clamor general de todos los habitantes de la huerta pidiendo agua. Y yo me pongo como loco, manguera en mano, regando por doquier. Primero, las hortalizas; segundo, los rosales y demás vegetación jardinera que rodea los cultivos hortícolas; tercero, el cordón perimetral de las terrazas superiores y entorno del estanque; cuarto, el trayecto que comunica la cabaña con el pajar; quinto, el vivero; sexto, el cerrillo de San Marcos; y séptimo, todas las terrazas mediante el riego por irrigación con microtubos. Me lleva unas ocho horas buenas.
Mi alarma seguramente es innecesaria. La mayoría de las plantas son de clima seco y deben aclimatarse. Las tengo malcriadas aportándoles agua de vez en cuando. De todas formas las que más me preocupa son las del vivero y las recién plantadas este año.
Disfruté ayer de una cuadrilla de voluntarias que a uno le insuflan mucha energía. Mis hermanas, arreglando las trepadoras de la pérgola central, y Cecilia, arrancando hierbas de las patatas. Y siempre mi padre, listo para labrar los canteros de las hortalizas.
Las gallinas se han superado a sí mismas y esta semana han puesto cuarenta y seis huevos. Todo un récord.
Los zorros y demás compañía salvaje apuran hasta el último grano de comida que les dejo todas las semanas. Los pájaros ya han descubierto el nuevo comedero recién instalado, y andan yendo y viniendo a él todo el día, sobre todo los gorriones.
He visto alguna serpiente y varios lagartos. De los conejos no tengo noticias. La colonia de abejarucos están todo el día planeando en el cielo sobre la huerta. Los mirlos, pinzones y jilgueros son los más cantores del valle. El cuco anda en la zona. Las tórtolas, tanto las comunes como la turca, son más abundantes. También observo cierto incremento de la paloma torcaz. De las rapaces nocturnas no hay rastros.
Debo aprender a conocer y observar mejor los insectos. Tengo un vacío importante en dicha materia. También me ocurre con las pequeñas plantas silvestres.

Y más flores







Las patatas, exhuberantes


Un experimento: cultivo de cidras


Los primeros tomates verdes


domingo, 16 de mayo de 2010