lunes, 18 de abril de 2016

Una garduña en la huerta




Volviendo por la noche de la conferencia sobre el Monasterio de Cazalla en Carchelejo, en el camino rural que asciende por la montaña hasta la Huerta de los Frailes, y muy cerca de ella, deslumbrada por los faros, fue corriendo un buen rato, delante de nosotros, una garduña, con su larga, frondosa y oscura cola. De vez en cuando se detenía, mirándonos, mostrando sus manchas blancas delanteras y en el borde de sus orejas. Se parecía mucho a la marta, lo que nos obligó a consultar en nuestros libros e internet. Era una garduña, su babero era blanco, y no amarillo como en aquellas.
Desde que vimos muerta, hace ya muchos años, a otra de su especie, a manos de los perros de los cortijos del monasterio, dentro de los patios, es la primera vez que tengo nuevas noticias de ellas.
Lo que no sabemos es si era macho o hembra, pues ambos géneros no se diferencian a simple vista. Si es macho, será el único ejemplar en todo el valle, pues no dejará instalarse a ningún otro. Vivirá por la noche, solitario y silencioso, cazando roedores, anfibios, pájaros y comiendo hasta frutas, y refugiándose durante el día en cualquier hueco entre las rocas o en los agujeros de los viejos troncos de los árboles, o tal vez, en los días fríos del invierno encuentre acomodo dentro del cobertizo de madera, entre sacos y antiguos aperos de esparto. Mas de una vez se alimentaría de nuestras gallinas que se quedaron despistadas fuera del gallinero alguna noche, o de las ratas que vivían instaladas como unas señoronas entre las pacas de paja de la yegua.
Es un habitante de la Huerta de los Frailes, con todos los derechos históricos y presentes. Convive con nuestros grupos de zorros y esperamos que no encuentre la muerte como le pasó hace unos días a uno de ellos por los venenos de los cazadores desaprensivos, y que encontró la paz eterna a los pies de un níspero.