viernes, 22 de marzo de 2024

Hotel de insectos


 Uno de los talleres ambientales realizados por CEA Acebuche en el otoño pasado instalaron un hotel de insectos en la huerta. Hoy he contemplado con satisfacción que una parte importante de sus habitaciones está ocupadas por esa fauna auxiliar e indispensable que son los insectos.

Leo, mi nieto, el rey.


 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Nuestros zorros apadrinados

Por las noches nos visitan en la huerta nuestros amigos los zorros. No es que se les oiga sus rajados aullidos en el valle, sino que vienen a comer a nuestra puerta, delante de nosotros, sin miedo, como si fuesen de la familia. Como podréis ver en la fotografía, lo hace del comedero de nuestro perro. Y si le ofreces una rodaja de choped te la quita de la mano.
 A estas criaturas es imposible tenerles animadversión alguna, sino el cariño como si se tratara de otra mascota. Son elegantes con su cola robusta y tan espectacular.
Dicen que son normalmente precavidos hacia los humanos, algo difícil de entender en el comportamiento de nuestros visitantes.
Estos amigos viven sólo entre cinco y siete años, no es un animal de manada y su alimentación es omnívora. Caza sobre todo por la noche. Durante el día permanece oculto entre los matorrales o en sus madrigueras, excavadas en parajes secos y escondidos, a menudo entre las rocas, los barrancos herbosos y las espesuras.
El apareamiento tiene lugar en enero y febrero y las crías nacen hacia abril o mayo. Los zorrillos se crían primero en la madriguera subterránea, en un blando nido bien guarnecido que comunica con el exterior por varios pasajes. Estas madrigueras se agrandan durante largos años. Los zorros pasan generalmente toda su vida en el mismo territorio, y no son amigos de las incursiones lejanas.

martes, 8 de noviembre de 2016

La culebra de escalera

Sorprendente ver este animal en el mes de noviembre. Estaba en un canto de tierra introducida en un agujero, seguramente de topo o ratón, para comérselo. Bueno, lo que sea se lo comió, porque tenía un bulto en su cuerpo.
 Salió marcha atrás, y después buscó escondrijo entre las támaras amontonadas. 
En la Huerta de los Frailes hemos construido muchos muros de piedra seca en los cantos de las terrazas, esenciales contra la erosión y un refugio excepcional para la fauna, entre otras especies para las culebras de escalera.
 Desde hace unos años su población ha aumentado, porque las respetamos y en la huerta encuentran su refugio perfecto, lo que nos alegra profundamente.
Se trata de una especie absolutamente inofensiva, que no posee veneno y que además es muy huidiza, como todos los ofidios ibéricos. Su primera reacción es la huida a buena velocidad, si se siente acorralada dará una respuesta tanto más agresiva como mayor sea la temperatura ambiente, que consistirá básicamente, en erguir el cuello y cabeza, soltar fuertes silbidos y lanzar mordiscos si nos acercamos demasiado. Si se la agarra, vaciará un líquido maloliente de sus glándulas cloacales y morderá casi con seguridad, con una mordedura que sin ser especialmente fuerte y dolorosa, rasga la piel debido a los finos y agudos dientes que posee y que además se fracturan con facilidad. Si hemos sido mordidos no debemos esperar ninguna reacción alérgica pues no tiene veneno, simplemente debemos limpiar la herida con un desinfectante, ya que los ofidios suelen contener bacterias en la boca y dejar curar la herida, si es que se ha producido. Los individuos juveniles son más agresivos que los adultos.
Aunque todavía es una especie localmente abundante y una de las más comunes en el pie de monte de Sierra Mágina, sus principales amenazas son derivadas de la pérdida de hábitat, de las matanzas que ejerce el hombre sobre sus poblaciones de manera indiscriminada e injustificada (pues no sólo es inofensiva, como hemos visto, sino que además es bastante beneficiosa para los intereses de éste) y también, la muerte por atropellos en carreteras, por la costumbre de la especie de tomar calor, en las primeras y últimas horas del día, del asfalto. 
   Se trata de una culebra grande y robusta, llegando a alcanzar 1,60 m de longitud en algunos ejemplares. Tiene una cabeza muy bien diferenciada, fuerte y ancha. El hocico es muy prominente con respecto a la mandíbula inferior.
Sin embargo, sí existen diferencias apreciables entre las distintas edades, así, los recién nacidos, miden entre 22 y 31 cm y poseen el típico diseño de escalera que da nombre a la especie, consistente en dos franjas longitudinales que parten de detrás de la cabeza y se mantienen paralelas a lo largo del cuerpo para acabar juntándose en la cola, simulando una escalera. El color de fondo es grisáceo-amarillento, poseen gran cantidad de manchas oscuras en los flancos y varias líneas negras en la cabeza que le confieren un diseño espectacular.
Los subadultos van adquiriendo un color más apagado y marrón-grisáceo, las líneas longitudinales se hacen más finas e interrumpidas, dando más la apariencia de una sucesión de H’s que de una verdadera escalera. Este diseño lo tienen aproximadamente con 50 cm de longitud.
 A partir de de los 70 cm las culebras de escalera empiezan a perder los peldaños (las líneas transversales), aunque las hembras aguantan más tiempo con el diseño intermedio y es a partir de los 95 cm cuando tan sólo queda el diseño con las dos líneas longitudinales característico de los adultos. 
En los adultos el color es amarillento o pardusco con las dos líneas paralelas longitudinales, en la cabeza presenta una banda que sale de detrás del ojo y acaba en la comisura de la boca, mientras que a veces mantienen, algo desdibujada, otra banda desde el ojo hasta la zona central de la boca. También se observan manchas oscuras en las escamas supralabiales. El color ventral es claro blanco-amarillento o gris, en ocasiones con algunas manchas oscuras. El iris de los adultos es marrón oscuro.
 Los juveniles y recién nacidos, a menudo son confundidos con víboras, algo únicamente achacable al desconocimiento popular y al temor que provocan las culebras en el ser humano, lo que en ningún caso justifica su ejecución, como se hace sistemáticamente.     
Aunque ocupa bastantes hábitats uno de los óptimos de la especie, sería terrenos despejados mediterráneos con matorrales, abundancia de muros y/o rocas en mosaicos de prados y cultivos. Aunque en la práctica lo hemos encontrado en el pie de monte de la sierra, en encinares aclarados, escombreras, sotos de ríos, prados húmedos, huertos,  eriales. Siempre seleccionando hábitats con abundantes presas.  Si el terreno es muy seco, suelen estar en los sotos o linderos más húmedos.

En la zona hiberna desde noviembre hasta marzo. Los machos se encuentran con mayor facilidad entre mayo y junio, mientras que las hembras en menor medida en esas fechas y en mayor medida en septiembre y octubre. La especie es mucho más difícil de encontrar durante el mes de agosto (lo cual debe obedecer a cierta latencia estival). Aunque predominantemente es diurna, no duda en aprovechar el crepúsculo y las primeras horas de la noche en los días más tórridos de julio (en las que suelen gustar del calor del asfalto de las carreteras). Pasa mucho tiempo en reposo metido en huras o bajo grandes piedras. Según la bibliografía hace desplazamientos diarios de hasta 100 m, teniendo un espacio vital de más de una hectárea. Entre abril y julio (normalmente en mayo y junio) se producen las cópulas, que pueden durar hasta una hora y transcurrido un mes la hembra deposita entre 4 y 14 huevos bajo troncos, piedras, en huras o madrigueras, en la hojarasca o incluso en pequeños agujeros excavados por ella.
Los huevos son blancos de 26-33mm de anchura por 45-55mm de longitud, que en muchas ocasiones quedan adheridos entre sí. Según la bibliografía consultada, las hembras mantendrían cierto cuidado de la zona donde ha puesto los huevos al menos durante los primeros días. Parece ser que la mayoría de las hembras se reproducen anualmente. La eclosión de los huevos tiene lugar entre 1 y 2 meses y medio  ( de 55-69 días) después de la puesta. Suele ser en los últimos días de septiembre y los primeros de octubre. Las hembras alcanzan la madurez sexual a los 5 años con 65 cm, mientras que los machos, lo suelen hacer con 50 cm y menor edad. Los recién nacidos no suelen alimentarse antes de la primera muda.
En libertad se han confirmado longevidades de hasta 19 años.
Su alimentación es básicamente proporcionada por mamíferos o las crías de estos, especialmente, ratas, ratones, conejos, liebres, lirones, murciélagos, musarañas, topos y topillos a los que mata por constricción cuando son de un tamaño considerable. Incomprensibles las confesiones que me han hecho algunos agricultores  diciendo que no dejan una viva.
También depreda sobre nidos de abejarucos, aviones zapadores, mochuelos, abubillas, chochines, gorriones comunes y chillones, etc. Y más ocasionalmente sobre lagartijas colilargas y lagartos ocelados. Los individuos jóvenes comen insectos y crías de micromamíferos.
Tienen innumerables depredadores, entre los que destacan las águilas culebreras (una importante parte de la dieta de esta rapaz se basa en culebras de escalera y bastarda), ratoneros, águilas imperiales, milanos, culebras bastardas, zorros, gatos monteses y domésticos. 


viernes, 4 de noviembre de 2016

El carbonero garrapinos, el acróbata


Apenas uno se sienta a descansar cualquier día caluroso del verano cerca de una fuente de agua, no tarda en llegar nuestro amigo el carbonero garrapinos, con su su piar corto y llamativo, que es su forma de llamarnos la atención. Da vueltas a las ramas finas de los olivos, se pone boca abajo o boca arriba, picotea todo lo que encuentra, y nos mira curioso a un par de metros. Se acerca al agua, bebe fugazmente y vuelve a su ramita, donde está dispuesto a seguir acompañándonos mientras allí permanezcamos.
Esta criatura formaba parte del grupo de pajarillos que nuestros campesinos de la zona llamaban genéricamente "tontillos", donde también estaban los petirrojos, los herrerillos y sus parientes, un grupo tan inocente que siempre caían capturados en los cepos, atraídos por el aleteo de la hormiga de ala de su cebo. !Cuántos millones morían cada año en nuestros campos!. Hoy son rarezas protegidas porque están en peligro de extinción. Sin embargo, con ser importantes las bajas por el trampeo, peor ha sido el cambio a una agricultura industrial basada en los pesticidas y los agroquímicos que literalmente los ha envenenado.

jueves, 20 de octubre de 2016

El roble en la Huerta de los Frailes


En la Huerta de los Frailes hay varios ejemplares de robles. El más grande procede de unas semillas recogidas del Real Jardín Botánico de Madrid en 2002, y los otros ejemplares, de plantones silvestres nacidos en el pueblo de Sorihuela de Salamanca, y regalados a la huerta por Hilario Garay. Han agarrado bien. El primero ya ha alcanzado los diez metros de altura.
La riqueza del ecosistema de la comarca es evidente todavía en la Baja Edad Media y hasta finales del siglo XV. Hay descripciones de la época que hablan de abundancia de jabalíes, lobos, osos, ciervos, etc., lo que refleja un medio físico poco alterado donde todavía existen grandes extensiones de tierras vírgenes. Es una zona de muchos manantiales superficiales, abundancia de encinares, algún que otro robledal y alcornocal y el matorral de espino, lentisco, acebuches, fresnedas y zarzales.
La desaparición de la frontera a partir de 1485 con la conquista de Cambil y Alhabar y la consiguiente caída del castillo de Arenas, va a ser el punto de partida de una auténtica fiebre repobladora. La ciudad de Jaén se ha procurado la incorporación de varios cortijos y términos, entre los que estaban los de Cárchel, Carchelejo y Cazalla, y  a comienzos del siglo XVI obtiene permiso de la Corona para repoblar los lugares de Mancha Real, Valdepeñas, Los Villares y Campillo de Arenas, cuyos nuevos pobladores dedicarían todas sus fuerzas a cultivar buena parte de las tierras necesarias para nutrir a una población en incesante aumento. No es hasta 1558 que esta zona no pasa a pertenecer a Cambil e independizarse de ésta en 1696.
Las roturaciones van en aumento y el medio físico comienza a transformarse con el carboneo. Hace falta energía para calentar a más gente, los colonos de Castilla llegan en masa, y los pueblos crecen en población. Tienen que llegar a imponer mediante ordenanzas la prohibición de hacer carbón con los robles y fresnos, permitiendo sólo la encina. Lo cierto es que los robles han desaparecido totalmente de estas sierras, hasta creerse que era un problema de tipo de ecosistema, cuando no era cierto, eran montañas también de robles. Y los fresnos son muy escasos. Lo mismo que con los pinares que se usan, junto al chopo, para la construcción de viviendas.
Hay que intentar volver a reintroducir los robles en el valle del Monasterio, seguramente en las zonas de umbrías y más húmedas. Pero es posible que el roble vuelva a teñir de amarillo nuestro paisaje de otoño.

domingo, 12 de junio de 2016

Tiempo de nísperos

Estos días los nísperos adornan la huerta. Es tierra donde se dan muy bien. Ocurre los mismo con las cerezas, los granados, los higos, los membrillos, los melocotones y los albaricoques.

viernes, 27 de mayo de 2016

La Huerta de los Frailes, un jardín botánico sin querer

Hace catorce años, mi padre, Juan Lozano Becerra, uno de los campesinos herederos de aquel Antonio José Lozano Ayala que compró en 1845 la heredad del Monasterio de Cazalla tras la desamortización que el Estado realizó a la Orden de San Basilio Magno, ya muy mayor, con ochenta y uno años, decidió que era el momento de materializar el reparto de sus escasas tierras a sus cinco hijos, y no esperar a hacerlo cuando se muriese, lo que afortunadamente no ocurrió hasta catorce años después
A mí me correspondió la parcela conocida como el Puerto y Cerrillo de San Marcos, a escasa distancia de la iglesia y el viejo convento, y que había formado históricamente parte de las huertas  de los frailes y posteriormente de mi padre. Lógicamente sólo se utilizaba como huerta una pequeña parcela ubicada en la parte más alta del terreno que habían aterrazado, siendo el resto una escarpada pendiente donde sólo existían ochenta y seis viejos y centenarios olivos, unos cuantos almendros, y un pequeño bosque de pinos y encinas, lo único capaz de sobrevivir en aquel secarral.
El abandono del cultivo agroecológico en las últimas décadas, utilizando los abonos químicos y los herbicidas de forma continuada, convirtieron aquel terreno en un erial calcáreo y desertizado.
La decisión clara y determinante de pasar al cultivo ecológico aquel pedazo histórico conllevó, en primer lugar, el aterrazamiento de toda la pendiente para evitar la continuada y grave erosión; y en segundo lugar, construir en el punto más alto una alberca de agua como las que tradicionalmente construyeron en la zona los árabes y que han servido para recoger las aguas de los manantiales superficiales e irrigar las huertas.
Al poco de darme de alta como agricultor ecológico en la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía recibí una carta de la de Medio Ambiente agradeciéndomelo y ofreciéndome gratuitamente la posibilidad de que plantase en la parcela, en las lindes y taludes, árboles y arbustos autóctonos de la región que ellos criaban en los viveros públicos para constituir reservas biológicas para refugio de la fauna salvaje. Pensaban, con buen criterio, que aquellos que decidíamos hacer agricultura ecológica éramos más proclives a desarrollar estos programas que el resto de los agricultores convencionales, que los rechazaban, obsesionados exclusivamente en producir kilos de aceituna y con ello recibir más subvenciones de la Unión Europea.
La carta venía acompañada de una lista amplia de especies arbóreas y unos recuadros para indicar el número de ejemplares que deseábamos de cada una. Sinceramente os confieso que aquello me indujo a pensar que pidiese lo que pidiese sólo me suministrarían unos cuantos  de manera testimonial. Por tanto, mi pedido fue de todas las especies y en un número total de dos mil trescientos ejemplares. Sí, leéis bien, dos mil trescientos ejemplares.
A los pocos días de enviar el pedido por fax, recibo una llamada telefónica:
- Oiga, soy el del camión con los árboles. Que dónde tengo que descargarlos?
- ¿Cómo dice? ¿Quién es usted?
- El transportista de los árboles del vivero Lugar Nuevo de Andújar. ¿No había hecho usted un pedido de árboles a la Junta?
Ya empezaba a relacionar la llamada con el fax que alegremente había enviado hacía pocos días.
- Sí, si lo hice. ¿Pero dónde dice que está y cuántos árboles trae?
- Estoy en una gasolinera de Bailén y traigo todos los árboles que usted había pedido. ¿Qué hago?
Cuando pensé en todo lo que había solicitado empezó a recorrerme un sudor frío por todo el cuerpo.
Y allí llegaron, en bandejas y macetas de plástico, pequeños plantones de uno o dos años de edad de nogales, olmos, sabinas de Cartagena, cipreses blancos, higueras, moreras, granados, membrilleros, fresnos, tarays, mejoranas, durillos, adelfas, espinos negros y blancos, aligustres, lavandas, arizónicas, algarrobos, almeces, mirtos, encinas, madroños, coscojas, labiérnagos, alcornoques, retamas, aladiernos, romeros, tomillos..., hasta dos mil trescientos ejemplares.
La plantación de los mismos se presentaba como una tarea ardua e infinita. Con mis hijos planté sin descanso la parte final de aquel invierno y la primavera, en los linderos y en los cantos, entre los olivos y los almendros,  y aún quedaban cientos por plantar. Para mantenerlos vivos en verano tuvimos que improvisar unos sombrajes a modo de vivero y aquello fue el comienzo de algo que nunca estuvo en la agenda y que se convirtió en una de las tareas centrales y hermosas de la Huerta de los Frailes. Nos picó el interés por aumentar la diversidad de especies, recolectando semillas de árboles de los parques de las ciudades de España o el extranjero que visitaba por trabajo u ocio. De golpe tuve castaños de Grecia y lilas de Persia de Córdoba, acacias tres espinas del Retiro de Madrid y árboles de China del Botánico, ciruelos de Agen de Francia y olivos de la Serranía del Turia; encinas de  La Falleda de Gerona y del Trastévere de Roma. Además, los amigos, cuando me visitaban, siempre venían cargados de sus vacaciones con otra multitud de semillas. Hasta mi mujer, de su viaje de cooperación internacional en Senegal, asomó con un baobad pequeñito, como una criatura envuelta en su toca.
Pero aquella tierra es lo que es: un suelo pobre, duro y calcáreo, con apenas materia orgánica, empobrecido durante siglos, erosionado hasta el límite, ardiente en verano, no siendo el más idóneo para muchas de nuestras plantas. Y, también, no siempre supimos o pudimos darles el mejor cuidado que cada árbol precisaba. Muchos murieron. Los más fuertes y aptos sobrevivieron.
El tiempo, las aportaciones de compost y los riegos hicieron el milagro. La masa vegetal fue creciendo, hasta convertirse en un vergel. Y así nació casi un jardín botánico..., sin querer. Y los animales -aves, reptiles, anfibios, insectos y mamíferos-,  efectivamente, como deseaba la Consejería de Medio Ambiente, se refugiaron en él.